OBITUARIO
Ibrahima Sylla, referente de la producción musical africana
El senegalés fue un visionario que grabó por primera vez a figuras incipientes como Ismaël Lô o Youssou N´Dour
Nadie tenía un catálogo de músicas africanas –más de mil títulos-
como el de Ibrahima Sylla, productor senegalés fallecido en París el 30
de diciembre a los 58 años. En 2010, con ocasión del cincuentenario de
la independencia de varios países del continente, publicó en Syllart Africa, 50 years of music,
una antología de 18 discos. Se ha llegado a comparar la importancia de
su sello Syllart para la música de África Occidental con la que tuvo
Fania para la salsa o Stax para el soul.
Viva Africando, octavo disco del exitoso proyecto Africando, es la última producción de Ibrahima Sylla, que llevaba cuatro años enfermo y tenía que dirigir sus negocios desde la cama. Sylla y el arreglista Boncana Maïga reunieron una vez más a algunos de los mejores instrumentistas latinos de Nueva York con cantantes de África Occidental. La apuesta había surgido en 1991, en Dakar, tras unas conversaciones con los vocalistas senegaleses Pape Seck, Nicolas Menheim y Medoune Diallo. Durante los años sesenta y setenta se bailaba en África Occidental con la salsa, pero ya no estaba de moda. Con Africando volvió a tener aceptación entre los jóvenes. Aunque Sylla fue el primer sorprendido cuando, en 1996, Yay boy –adaptación de una canción de Ismael Rivera a un idioma africano- llegó al número uno de las emisoras latinas de Nueva York.
Ibrahima Sylla había estudiado gestión empresarial y derecho en París. De allí se trajo una envidiable colección de discos comprados en tiendas afro-latino-antillanas. En 1979, de vuelta a Dakar, le pidió a su progenitor, un rico mandatario religioso, que le prestase dinero para dedicarse a la música. El padre le soltó un tortazo y se pasó tres años sin hablarle. Pero Ibrahima se salió con la suya y fundó la productora musical Jambaar -en idioma woloff significa guerrero-, que acabará llamándose Syllart. En un medio en el que reinaban los abusos y las chapuzas Syllart se convierte en sinónimo de profesionalidad. El primer contrato lo firmó la Orquesta Baobab. Siguiente objetivo: l´Etoile de Dakar cuyo cantante era un imberbe Youssou N´Dour.
En París, donde Sylla se ha instalado a principios de los años ochenta, edita el primer trabajo de Ismaël Lô –del que Almodóvar usó la canción Tajabone en Todo sobre mi madre-. Le seguirían grabaciones de Omar Pène, Thione Seck, Baaba Maal... Y, tras los senegaleses, se interesó por artistas de Mali (Oumou Sangaré, Kassé Mady Diabaté), Costa de Marfil (Alpha Blondy) o Congo (Koffi Olomidé, Sam Mangwana, Mbilia Bel). En 1987 produjo Soro, el disco de Salif Keita que marcó la música contemporánea de África. Sostenía que la función de un productor consiste en proponer desafíos: organizó encuentros entre griots de Mali y Guinea para los discos tradicionales de Mandekalou y recuperó la vieja rumba congoleña en un formato acústico con el grupo Kékélé. Solía decir que él solo era una gota en el mar de todos los que se dedican a la difusión de las músicas de África, pero fue un visionario que apoyó a talentos incipientes.
Viva Africando, octavo disco del exitoso proyecto Africando, es la última producción de Ibrahima Sylla, que llevaba cuatro años enfermo y tenía que dirigir sus negocios desde la cama. Sylla y el arreglista Boncana Maïga reunieron una vez más a algunos de los mejores instrumentistas latinos de Nueva York con cantantes de África Occidental. La apuesta había surgido en 1991, en Dakar, tras unas conversaciones con los vocalistas senegaleses Pape Seck, Nicolas Menheim y Medoune Diallo. Durante los años sesenta y setenta se bailaba en África Occidental con la salsa, pero ya no estaba de moda. Con Africando volvió a tener aceptación entre los jóvenes. Aunque Sylla fue el primer sorprendido cuando, en 1996, Yay boy –adaptación de una canción de Ismael Rivera a un idioma africano- llegó al número uno de las emisoras latinas de Nueva York.
Ibrahima Sylla había estudiado gestión empresarial y derecho en París. De allí se trajo una envidiable colección de discos comprados en tiendas afro-latino-antillanas. En 1979, de vuelta a Dakar, le pidió a su progenitor, un rico mandatario religioso, que le prestase dinero para dedicarse a la música. El padre le soltó un tortazo y se pasó tres años sin hablarle. Pero Ibrahima se salió con la suya y fundó la productora musical Jambaar -en idioma woloff significa guerrero-, que acabará llamándose Syllart. En un medio en el que reinaban los abusos y las chapuzas Syllart se convierte en sinónimo de profesionalidad. El primer contrato lo firmó la Orquesta Baobab. Siguiente objetivo: l´Etoile de Dakar cuyo cantante era un imberbe Youssou N´Dour.
En París, donde Sylla se ha instalado a principios de los años ochenta, edita el primer trabajo de Ismaël Lô –del que Almodóvar usó la canción Tajabone en Todo sobre mi madre-. Le seguirían grabaciones de Omar Pène, Thione Seck, Baaba Maal... Y, tras los senegaleses, se interesó por artistas de Mali (Oumou Sangaré, Kassé Mady Diabaté), Costa de Marfil (Alpha Blondy) o Congo (Koffi Olomidé, Sam Mangwana, Mbilia Bel). En 1987 produjo Soro, el disco de Salif Keita que marcó la música contemporánea de África. Sostenía que la función de un productor consiste en proponer desafíos: organizó encuentros entre griots de Mali y Guinea para los discos tradicionales de Mandekalou y recuperó la vieja rumba congoleña en un formato acústico con el grupo Kékélé. Solía decir que él solo era una gota en el mar de todos los que se dedican a la difusión de las músicas de África, pero fue un visionario que apoyó a talentos incipientes.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire